"La persona que ordenó disparar, violó los tratados internacionales que estipulan que ni en tiempo de guerra se puede atacar un Centro de Salud."
El gobierno no ha podido exponer la veracidad de su versión sobre los sucesos del 30S por la sencilla razón de que no es posible demostrar algo que nunca hubo.
Un año después de la protesta policial del 30 de septiembre de 2010 el tema continúa siendo un elemento gravitante en la vida política del país. Para el gobierno es fundamental convencer a los ecuatorianos que ese día se intentó dar un golpe de Estado e inclusive que estuvo de por medio un intento de magnicidio; sin embargo, esa batalla no la ha podido ganar.
No obstante que durante estos doce meses no haya existido semana en la que Correa u otros voceros gubernamentales dejen de insistir en su trillado argumento del supuesto golpe de Estado y que se ha realizado un millonaria inversión en medios con los mismos propósitos, la versión oficial no convence a cientos de miles de ecuatorianos y eso desespera al gobierno. Es que los sucesos del 30S se produjeron alrededor de una demanda puntual -y por demás justa- de la tropa policial, en la que en ningún momento evidenciaron la intención política de rebasar los límites de sus reivindicaciones materiales específicas.
Los motivos de la protesta
Es indispensable recordar que el amotinamiento policial se produjo en respuesta al veto presidencial a la Ley de Servicio Público que, al igual que a todos los empleados públicos del país, afectaba a la tropa policial y del ejército. A estos últimos lo hacía en el sistema de condecoraciones, ascensos, remuneraciones por tiempo de servicio.
No fueron los únicos en mostrar su descontento, los días previos al 30S los empleados de distintas instituciones públicas, al igual que los jubilados, maestros, todos los estamentos universitarios, entre otros sectores, se movilizaron hacia la Asamblea Nacional para expresar su desacuerdo y rechazo a las diversas leyes de contenido antipopular que salían de su interior. La conflictividad social y política iba en ascenso al punto que, en Carondelet y en la Asamblea Nacional, se hablaba de dar paso a la denominada muerte cruzada como mecanismo para recuperar la iniciativa política, forzando que la atención del país se centre en ese elemento.
La tropa policial nunca pidió la renuncia de Correa, la sucesión presidencial o cosa parecida que signifique la intención de sacar a Correa de la presidencia. En su plataforma, los elementos de contenido político se referían a la destitución de la cúpula policial por no haber defendido sus derechos y que se les reconozca el derecho al voto para elegir una nueva. Nada más.
En un análisis escrito en esos días, el analista Edgar Isch se pregunta ¿Cómo puede haber un golpe de Estado si nadie se plantea el cambio de gobierno? y demuestra que los sucesos del 30S en nada se asemejan siquiera a las condiciones presentes en un acontecimiento de esa naturaleza, pues: los insubordinados ni siquiera presentaron un representante o liderazgo unificado; cuando se presentó un supuesto vocero, él planteó un pliego de peticiones y pidió que se suspenda la paralización; el propio Correa señaló que se reunió con tres grupos distintos de policías mientras estuvo en el hospital; fue evidente la inexistencia de unidad de acción; quienes tomaron la pista del aeropuerto de Quito ni siquiera quisieron hablar con la prensa; no hubo ninguna declaración en contra del gobierno ni buscaron temas que les permita unificar sus demandas con otros sectores sociales; desde el punto de vista simbólico en un golpe de Estado es obligatorio tomar el Palacio de Gobierno o una institución estatal emblemática para demostrar el cambio de gobierno, aquí ni siquiera hubo esa intención; igualmente es obligatorio el control de los medios de comunicación para informar las órdenes de los golpistas, pero nada se hizo en ese sentido.
Maniobra gubernamental
En un inicio e inclusive días después del 30S, Correa y el gobierno calificaron a la protesta policial como minúscula y aislada; sin embargo, con evidente habilidad y malicia política la presentaron como un intento de golpe de Estado, secuestro e intento de asesinato al Presidente. De esa forma pudieron revertir la situación, retomar la iniciativa política y pasar a la ofensiva.
Con la infundada acusación la protesta fue desfigurada y el gobierno cubrió dos objetivos: aislar al movimiento y neutralizar la participación de otros sectores. En las primeras horas de esa mañana las manifestaciones populares de simpatía con el reclamo de los policías surgían en varios sitios; sin embargo, al presentarlo como un movimiento golpista las cosas cambiaron. Ese pueblo que durante años luchó en contra de la oligarquía entregada al imperialismo no podía permitir que sus enemigos lo utilicen para recuperar lo que habían perdido; razonamiento y comportamiento justos, aunque muy pocos en ese momento descubrieron que quien estaba manipulando al pueblo era el gobierno.
Un tercer objetivo, no menos importante, alcanzó el gobierno con su maniobra política: el respaldo a nivel internacional. Los pronunciamientos de solidaridad vinieron de todo lado, Obama y Chávez, Sarkozy y Morales, la OEA y la UNASUR condenaron casi simultáneamente el intento de golpe de Estado. La propaganda gubernamental había dado los resultados esperados, el discurso oficial fue convincente.
No obstante, lo conseguido no era suficiente; la trama creada no podía culminar sin un final dramático, de lo contrario la veracidad del discurso gubernamental quedaría en entredicho. Para que no haya dudas al respecto, el rescate al Presidente debía ser en medio de una acción violenta y peligrosa, pues, debía afirmarse la idea de que se derrotó a una fuerza poderosa y peligrosa. Y así se lo hizo, las fuerzas militares entraron a arrasar, sin importar que el campo de batalla fuera un hospital.
¿Y las pruebas?
Desde allí hasta hoy Correa ha hecho todo lo posible para demostrar que su versión de los sucesos es verídica, pero a pesar de contar con todos los recursos a su alcance no ha podido. De Javier Herrería, testigo clave protegido por la Fiscalía que demostraría que Fidel Araujo era parte de la conspiración para asesinar a Correa ya nadie habla y Araujo ha sido exculpado de eso cargo imputado; tampoco han podido demostrar la participación del Coronel César Carrión, Director del Hospital de la Policía, en el intento de golpe. Hay tres miembros de la tropa policial sancionados con dos años de prisión por el supuesto intento de asesinar al Presidente, y con eso el Ministro de Seguridad Interna, José Serrano, quiere demostrar que sí se quiso acabar con la vida del Presidente.
Un año después del 30S el gobierno no ha podido poner en el tapete los nombres de los autores intelectuales del supuesto intento del golpe de Estado, secuestro e intención de asesinar al Presidente ni demostrar íntegramente ese proceso. Y eso ocurre por la sencilla razón de que no es posible demostrar algo que nunca hubo.
Mas, aún quedan sin responder incógnitas que solo el gobierno puede y debe aclararlas: ¿Por qué no se hizo la autopsia de todos los militares y policías fallecidos la noche del 30S? ¿Por qué no se hace público el tipo de proyectil que se encontró en los cuerpos de algunos de los fallecidos para conocer de dónde salieron esos disparos? ¿Por qué no se dice quién dio la orden de abrir fuego en contra de un hospital en donde había civiles internos, contraviniendo tratados internacionales que prohíben aquello?
viernes, 23 de septiembre de 2011
30S Ecuador. LISTADOS DE FALLECIDOS DEL 30S Falso Golpe de estado
LISTADOS DE FALLECIDOS DEL 30S
P R O H I B I D O O L V I D A R !
INCLUSO SE PERDIERON LAS BALAS DE UN CUERPO (¿????)
CORREA ESTABA ESE DIA EN EL PISO DE LOS NEONATOS, COMO NO SE RESPETO ESE HECHO PARA DAR LA ORDEN DE DISPARAR IRRESPETANDO EL ACUERDO DE GINEBRA???
QUIEN CARAJO ORDENO SE DISPARÉ???
QUIEN PERMITIÓ LA PRESENCIA DE LA CAMIONETA ROJA??
Froilan Jimenez, 28 años, Herida de bala en torax, policía FUE MUERTO POR LOS DISPAROS QUE SE HICIERON DESDE UNA CAMIONETA ROJA (¿??)
Edwin Efren Landeta, 29 años, Herida de bala en torax, policia
Juan Pablo Bolaños, 24 años, Herida en la cabeza, civil
Jácome Paredes Johny, 40 años, Herida de bala. ingresa sin signos vitales, civil, H. Universitario
Grueso Tenorio Nixon, Herida de bala. ingresa sin signos vitales, civil, H. Universitario
Quimin Contreras Manuel, 26 años, H. Universitario, civil, H. Universitario
Augusto Angulo, 32 años, H. Guayaquil, Herida de bala. ingresa sin signos vitales, civil
Franklin Romero Feijó, 17 años, H. Guayaquil., civil
LO QUE NO SE HA INVESTIGADO EN LOS SUCESOS DEL 30-S
Por: Crnl. Mario Pazmiño Silva (Ex-director inteligencia ecuatoriano)
El 30 de septiembre abre una página lamentable dentro de la historia de la Fuerza Pública, en la cual se distorsiona un reclamo institucional y se le quiere hacer aparecer como un acto conspirativo. El estamento político hasta el día de hoy no ha podido argumentar con evidencia concreta, el sinnúmero de acusaciones que se han venido desmoronando como un castillo de naipes. Ha pasado casi un año sin que la justicia se pronuncie sobre un caso en que la sociedad ecuatoriana reclama claridad y transparencia. Durante los acontecimientos lamentables de ese nefasto día han perdido la vida cinco personas y varias decenas de heridos, lo extraño es que no se ha podido o no se ha querido profundizar en esta investigación. Es por ello que es necesario dejar planteadas algunas interrogantes que el Ministerio Publico debe esclarecer y la historia debe registrar para no olvidar.
1. ¿Por qué la Secretaría de Inteligencia órgano asesor de la Presidencia de la República nunca reporto algún indicio o sospecha sobre el particular, si se habla de un supuesto golpe de estado o es que estas estructuras también formaban parte de esta supuesta conspiración?
2. ¿Por qué los miembros de la Secretaria de Inteligencia justo el día más importante en que se requería su participación se encontraban en un seminario en la FLACSO y sus primeras reacciones, son a las 13:00 horas, cuando se había escalado el conflicto y entrabamos en una etapa de crisis?
3. ¿Por qué el Comando Conjunto recién a las 13:00 convoca al Frente Militar, si los acontecimientos se estaban precipitando según el gobierno y existía un supuesto golpe de estado en gestación?
4. ¿Por qué no utilizaron los vehículos blindados de la seguridad presidencial o los URUTU con cede en Ibarra a dos horas 45 minutos de empleo, asegurando la salida del presidente desde el hospital de la Policía Nacional sin ningún riesgo, debiendo improvisar utilizando carros sin protección?
5. ¿Por qué la fiscalía no aseguro el área y coloco peritos para realizar el aislamiento del sitio y levantar evidencias?
6. ¿Por qué la empresa de EMASEO del municipio mando en la noche a limpiar toda el área destruyendo las evidencias que podían esclarecer los hechos?
7. ¿Por qué hasta hoy día no se explica con claridad sobre las autopsias y la munición que causo la muerte de militares y policías?
8. ¿Por qué no se ha identificado a las personas que estuvieron parapetadas en la camioneta roja disparando desde frente de la salida del Hospital de la Policía y que posiblemente causaron la muerte de Froilán Jiménez?
Hay muchas más interrogantes pero la pregunta que nos formulamos todos los ecuatorianos es; ¿habrá justicia o todo quedara en la impunidad? O debemos esperar que sea la Corte Interamericana de Derechos Humanos quien nos dé solucionando algo que la justicia nacional debe por obligación investigarlo?
30S Ecuador: el golpe que se inventó Correa para tapar su irresponsabilidad
Por: Aquiles Julián
Fue un error haber ido al Regimiento, muchos dicen que fue irresponsabilidad, temeridad, probablemente. Ese es mi estilo y jamás me imaginé lo que iba a pasar. Rafael Correa Presidente de Ecuador
La primera víctima del incidente vivido por el presidente de Ecuador, Rafael Correa, con un puñado de policías de baja gradación encolerizados por una iniciativa legislativa el pasado 30 de septiembre fue, como siempre suele suceder, la verdad. Ahora no fue una acción imprudente del mandatario ecuatoriano. No, fue un intento de golpe de estado. Y para aderezar el cuento, han metido a la CIA, a los Estados Unidos, a las transnacionales y toda una serie de ingredientes que buscan darle más sabor a la fábula.
El golpe fue un invento de Correa, claro. Hasta entonces, hasta que informó que era un intento de golpe de Estado de sectores vinculados, según Correa, al ex-presidente Lucio Gutiérrez, que por entonces andaba por Brasilia, observando las elecciones brasileñas, nadie ni sabía ni suponía que tal engendro se estuviera produciendo. Y Chávez, de inmediato, denunció que era un golpe financiado por Estados Unidos. El incidente no pasaba de una insubordinación policial, un amotinamiento, enfrentado de manera impropia y temeraria por el presidente ecuatoriano Rafael Correa. Pero había que dimensionar aquello y, sobre todo, aprovecharlo, armar una barahúnda y sacar beneficio político de una inconducta presidencial que arriesgó la estabilidad de su país por demasiada confianza en el poder encantatorio de su verborrea.
Y, de inmediato, la Matraca Canalla montada por la Inteligencia cubana, los epígonos de Chávez y los cándidos e ingenuos de siempre, montaron tremenda alharaca mediática denunciando un espantajo. ¿Se evaluaron los hechos previamente? ¿Para qué? Lo que importaba era el efecto mediático, disfrazar una conducta temeraria y estúpida frente a un disgusto de clases y alistados de la policía quiteña, sobre todo, y engañar olímpicamente al mundo. Y ahora que se despejan los retumbes retóricos y los enardecidos juramentos de apoyo, ¿qué queda? ¿Dónde está la verdad de los hechos?
LA CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS
Todo arranca cuando unos 800 policías mayormente rasos y sargentos, y algunos tenientes, disgustados por una ley de servicios públicos que les elimina a los miembros de esa institución beneficios se declaran en huelga, abandonan las calles y en distintas ciudades actúan típicamente como una revuelta estudiantil: vociferan, queman gomas, tiran piedras y demandan que se revoque la medida que les afecta. La protesta no era contra el presidente Correa, era contra la Ley de Servicios Públicos y contra la jerarquía policial de la que ellos se sentían particularmente abusados porque el mando no se ha preocupado por la tropa, como afirmaban.
A eso de las 10:00 de la mañana el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se aparece junto a su escolta presidencial y el ministro de Interior, Gustavo Jalkh, en el Regimiento Quito No. 1, luego de que el jefe de la policía, general Freddy Martínez, fracasara en desactivar la protesta, e intenta disuadir a los policías. Su propósito, según declaró, fue ir a explicarles a los policías los beneficios que la nueva ley traía para ellos.
Los ánimos se exacerban, se producen forcejeos, insultos. El ruido y la indisciplina hacen que el presidente ingrese a las instalaciones del Regimiento Quito y desde una ventana hable a los amotinados, que responden con gritos demandando la observación de la Ley y lanzando octavillas.
Correa, dramático, se afloja la corbata y los botones de la camisa, como Clark Kent, y grita los policías: Señores, si quieren matar al presidente, aquí está: mátenme si les da la gana, mátenme si tienen valor, en vez de estar en la muchedumbre, cobardemente escondidos, y declara frente a la prensa que va registrando los acontecimientos, que no cederá ante las protestas.
Al bajar y salir del edificio del Regimiento, los policías, irritados, empiezan a lanzar gases lacrimógenos, uno de los cuales cae próximo al presidente Correa, afectándole la respiración.
A las 12:00 mediodía, Correa y su escolta abandonan el cuartel policial de Quito en medio de la nube de gas. Correa tiene puesta una máscara antigás. Ingresa en el hospital de la policía quiteña, que queda frente al Regimiento Quito sobre una camilla, mostrando signos de asfixia por el gas.
A las 12:30 p.m. policías quiteños toman la sede del congreso ecuatoriano.
A las 12:35 p.m., desde el tercer piso del hospital policial, el presidente Rafael Correa se da cuenta de que es víctima de un intento de golpe de Estado fomentado por sectores opositores cercanos al ex-presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez, que visitaba Brasilia y no sabía, parece, que dirigía en esos mismos instantes un asonada policial contra Correa.
A las 1:45 p.m. el presidente Correa declara el Estado de Excepción y obliga a los medios a encadenarse a EcuadorTV para que el punto de vista que la población reciba sea únicamente el oficial.
A las 6:10 p.m. Correa declara que no va a dialogar con los policías amotinados.
A las 9:00 p.m. se produce un enfrentamiento a tiros entre policías que rodean el hospital policial en que Correa se encuentra y que han pasado el día enfrentándose a pedradas y bombazos con militantes de Alianza País, el partido de Correa, y tropas militares junto a un grupo de élite de la policía (los amotinados de la policía eran una minoría, la mayoría se mantuvo leal al gobierno), que acudieron a sacar de allí a Correa, a solicitud presidencial.
A las 9:30 p.m. el presidente ecuatoriano sale del hospital policial de Quito, tras ser rescatado por las tropas militares que fueron en su ayuda.
A las 9:50 p.m., desde el palacio presidencial de Carondelet, Correa se dirige a la masa de seguidores que ocupa la plaza de la Independencia, frente al palacio del Ejecutivo, promete que no habrá perdón ni olvido por los acontecimientos acaecidos y declara que el día había sido uno de los más tristes de su vida.
A las 11:25 p.m. la Cruz Roja ecuatoriana informó que el operativo dejó dos policías muertos y 37 heridos.
INVENTAR UN COMPLOT
Ahora el ministro de Interior de Ecuador, Gustavo Jalkh, va a tener que inventarse y documentar el complot. En eso, claro, tendrán la ayuda de los fabuladores chavistas y castristas, que ya han comenzado a encontrar la mano invisible tras el infausto acontecimiento.
Ahora, los policías quiteños se van a enterar de que su rabia y su encono no eran tales, fue no más una simulación para encubrir un siniestro plan financiado con sumas millonarias según el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, por la CIA, las transnacionales, el Pato Donald, Blanca Nieves y los 7 enanitos y demás agentes del Pentágono, el Departamento de Estado, la Trilateral y otras instituciones de igual jaez, con Barack Obama disfrazado convenientemente de un siniestro Darth Vader, en esta versión tercermundista de El imperio contraataca parte 2.
Para empezar, están relacionando este motín policial con el golpe militar que depuso al presidente hondureño Manuel Zelaya el 29 de junio. Y ya se habla de una planificación de dos años, lo que significa que desde hace dos años se sabía que venía una ley que iba a irritar a los policías ecuatorianos, que Rafael Correa correría al Regimiento Quito a justificar las bondades de dicha ley, que se produciría un incidente confuso, se le lanzaría una bomba lacrimógena, el presidente se resguardaría en el hospital policial, los policías se congregarían en las puertas, él explicaría que se sentía secuestrado (no que lo estaba, sino que se sentía como si fuese así), y todo el sainete estaría montado, guión incluido.
¡Y hay gente que se cree ese bodrio de mal gusto! El canciller argentino Héctor Timerman fue capaz de hablar del golpismo cívico-mediático-militar, nueva modalidad con la que hace un indudable aporte a la cultura política latinoamericana (lo de mediático era para consumo interno, expresión de las tensiones entre la presidenta Cristina Kirchner y los medios de comunicación en Argentina, ¿entendés, che boludo?)
El golpe, según Timerman, fue planificado y azuzado por sectores monopólicos y concentrados de la economía, frase vaga si la hay. Sobre todo, irresponsable por falaz.
Ecuador está siento atacado vilmente por empresas multinacionales que buscan sus recursos naturales, denuncia Timerman. ¿Cuáles empresas en específico? Ahí no entra. Lanza un bulo, una frase cohete, una acusación sin referente específico. Seguro que esos rasos, sargentos y tenientes pobretones y desesperados que aireaban su impotencia eran ejecutivos de transnacionales. Me parece que ninguno en su vida había conocido ni tratado a uno de tales ejecutivos. Tremendo embaucador este Timerman. Y de esa clase de personajillos está poblada la burrocracia en nuestros infaustos países.
Y uno de los tres chiflados, el boliviano Evo Morales, (los otros dos son Correa y Ortega, el nica), entona la palinodia chavista y canta que lo ocurrido en Ecuador no era más que el resultado de una conspiración capitalista que buscaba desestabilizar el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), repitiendo las líneas previamente aprobadas por su mentor y patrocinador, el vapuleado émulo de Castro, Hugo Chávez. Así que los rasos y sargentos de la policía ecuatoriana lanzaban piedras y quemaban gomas para desestabilizar el ALBA ¿y lo sabrían aquellos?
El pintoresco Hugo Chávez, apuntó que detrás de esos grupos (de policías ecuatorianos, A.J.) está el imperio, al igual que detrás de las fuerzas políticas de derecha del Ecuador. O sea, la versión chavista del clásico film de George Lucas, Jr.
De hecho, un tal Walter Goobar llega a denunciar que la embajadora de los Estados Unidos, Heather Hodge, es una veterana en desestabilizaciones, que fue diplomática en Nicaragua tras la caída del sandinismo. Su artículo es un manual de técnicas de desinformación y manipulación mediática: se manejan declaraciones y se pone a hablar a anónimos informantes, recurriendo al recurso obsceno de citarlos como un académico que ha asesorado a la policía ecuatoriana. Todo un dechado dirigido a provocar una percepción guiada mediante frases extrapoladas, sugerir segundas intenciones, amplificar a seudodeclarantes innominados y otros recursos semejantes.
DESPACHANDO DESDE EL HOSPITAL
Es interesante que, mientras se encontraba en el hospital, y según él los miembros de la policía intentaban matarlo, lo cual era su Plan B, el presidente Correa daba declaraciones a la prensa vía la radio pública, que era retransmitida en cadena nacional desde la televisora estatal EcuadorTV.
Igualmente fue visitado por varios ministros, a los que recibió y luego pudieron marcharse sin dificultades mayores, estuvieron asambleístas de su movimiento Alianza País y contó con la asistencia de su secretaria privada de manera permanente. Además, en tres ocasiones se reunió con delegaciones de los policías que les pedían cambios en la ley.
Los médicos que le prestaron atención durante su tiempo en el hospital, los doctores Gilberto Calle y Fernando Vargas, del Hospital Policial de Quito, por su parte, desmintieron que el presidente Correa estuviese secuestrado en dicho hospital.
Declararon que luego de que le trataron por asfixia debido a los gases lacrimógenos, en dos ocasiones intentaron sacarle del hospital pero el presidente Correa se negó a irse. El mandatario se mantuvo todo el tiempo recibiendo a los colaboradores que querían visitarle y en contacto telefónico con el exterior, sin ningún guardián en la puerta ni nada que le impidiera marcharse del lugar.
El director del Hospital de la Policía, coronel César Carrión Moreno, declaró que después que se atendió al presidente, le pedimos que evacuara lo más pronto posible. Advertimos que aquí no se podían lanzar gases, ni disparar, porque había 72 pacientes, entre los cuales había cuatro niños, pero eso no se cumplió.
Cuando un grupo de pacientes se le acerca y le pide también que evacúe el hospital, Correa responde que sólo lo hará cuando llegaran los miembros del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) y del Grupo de Operaciones Especiales (GOE). Necesita el show.
Correa, pese a todos esos testimonios, no tiene empacho en mentir: En el hospital me dieron los primeros auxilios pero me dijeron que no iba a salir si no revocaba la ley, lo que transforma en secuestradores al coronel Carrión y a los doctores Calle y Vargas.
Simultáneamente, a través de los medios de comunicación, dramatizaba la situación. Hay policías que intentan introducirse en mi habitación por los techos, si algo me pasa abrazo infinito a la Patria y a mi familia. Siempre los amaré, declama en una entrevista telefónica con Radio Pública, de Ecuador. Me informan que hay gente bloqueando el acceso (al hospital, A.J.), lo que sería un intento de secuestro del Presidente, algo sumamente grave, informa a los medios.
Desde el hospital, en donde voluntariamente se mantiene enclaustrado, agita el espantajo del golpe de Estado. Sus partidarios marchan hacia el hospital, a liberarlo, y los policías amotinados se enzarzan a pedradas y bombazos con los militantes de Alianza País, el partido de Correa. El caos es mayúsculo.
Chávez, Evo Morales, los Kirchner, Lula y otros aliados claman a los cuatro vientos solidaridad con la democracia ecuatoriana amenazada por un golpe de Estado. UNESUR, el ALBA, todos los medios controlados por el chavismo y el castrismo inundan con sus gritos de alerta. Correa, desde su tercer piso, da declaraciones, ensaya patéticos llamamientos, agita a todo el Ecuador y al mundo.
Durante el proceso, representantes de los amotinados y de la cúpula policial se reúnen con el presidente Correa en el tercer piso donde se encontraba con sus ministros y su escolta. En uno de esos encuentros, que dura dos horas, se llegan a acuerdos que el sargento Marco García comunica a sus compañeros, aunque no satisfacen a una parte de los mismos, que endurecen sus enfrentamientos con manifestantes de Alianza País.
El editor de informaciones del diario El Comercio de Quito, Rubén Darío Buitrón, señaló taxativamente que es desproporcionado decir que rasos, tenientes y sargentos de la policía, sin ningún otro apoyo, que se sienten enojados por la aprobación de la ley y protestan, están desarrollando un golpe de Estado.
Las fuerzas armadas ecuatorianas, a través del Jefe del Comando supremo, Ernesto González, aseguraron su subordinación a la autoridad del presidente Correa. Estamos en un estado de derecho. Estamos subordinados a la máxima autoridad que el señor Presidente de la República, hizo saber el máximo jerarca militar ecuatoriano.
LOS MUERTOS DE LA IRRESPONSABILIDAD PRESIDENCIAL
El propósito de Correa fue montar un show, no otro. Fue al Regimiento Quito No. 1 a provocar a los policías enardecidos.
Los policías de a pie, rasos, sargentos, tenientes incurrieron en una acción indisciplinaria: abandonaron las calles, se concentraron en sus guarniciones, protestaron, quemaron gomas, vociferaron como universitarios, exigiendo la reposición de sus beneficios que sentían dañados.
¿Qué procedía? Dar un ultimátum a los policías insubordinados, apenas unos 800 de un total de 40,000, llamarlos a deponer la actitud, encargar a una comisión negociar y a las fuerzas armadas retomar los locales.
¿Qué hizo el presidente Correa? Apersonarse con su escolta militar y el ministro de Interior, Gustavo Jalkh, al Regimiento Quito No. 1 para él dialogar con los enardecidos gendarmes. Ocupar una habitación del tercer piso del Hospital Policial y estimular una batalla campal entre militantes de Alianza País y tropas insubordinadas de la policía ¿A tiros? No, a pedradas y bombazos lacrimógenos, para, a final del día, promover un rescate con la pérdida de vidas consiguiente.
¿Qué golpe de estado es este, sin tanques, sin soldados, a puras pedradas, bombas lacrimógenas y quema de neumáticos? Sin nadie al que se proclame presidente; sin partido que públicamente apoye la insubordinación y con los militares mansamente en apoyo del Ejecutivo.
Entre los muertos que la imprudencia presidencial arrojó están el soldado Edwin Panchi Ortiz, el miembro del Grupo de Intervención y Rescate (GIR), Froilán Jiménez, el policía Edwin Calderón y el estudiante universitario de Alianza País, Juan Pablo Bolaños.
El viernes se declaró que murieron 8 personas: dos policías y seis civiles, tres de ellos en Quito y el resto en el interior del país. Y 274 heridos.
Muchas gracias a esos héroes que me acompañaron en la jornada, expresó Correa, indicando que sus escoltas, ministros y asambleístas estaban dispuestos a dar la vida por él. Sobre todo, añadimos, cuando no hubo nunca ningún peligro o amenaza real, pese a los gestos de desbordado histrionismo del ejecutivo ecuatoriano.
También declaró que era un derramamiento inútil de sangre, lo cual era verdad. Sólo que ese derramamiento lo había provocado él para sus fines de protagonismo. Todos los malos elementos que han hecho quedar al país como una República de opereta, que deshonraron el uniforme policial, tendrán la sanción correspondiente, informó desde el Palacio de Gobierno a sus seguidores, ocultando su responsabilidad en el incidente.
Uno lee la prensa ecuatoriana y no aparecen los instigadores del golpe apresados, los sectores transnacionales y económicos, los infiltrados en la protesta policial, salvo tres coroneles policiales apresados y luego convenientemente enviados a sus hogares. El juez de garantías penales de Pichincha, Dr. Santiago Coba Rodríguez, dispuso la libertad de los coroneles policiales Manuel Rivadeneira, Edwin Marcelo Echeverría y Julio César Cueva, por no hallar los méritos suficientes para sindicarlos en el delito de tentativa de asesinato del presidente Rafael Correa, declarando simplemente una medida cautelar para ellos.
Ahora se anuncia un aumento general de salarios para policías y militares con efecto retroactivo a enero del 2010, según informan el ministro de Defensa, Javier Ponce, y el de Interior, Gustavo Jalkh. Igualmente, indicaron que las compensaciones económicas por condecoraciones y ascensos se mantendrán en su modalidad actual hasta diciembre próximo y, a partir del 2011, se buscará adecuarlas a las nuevas leyes.
El show termina con esos muertos sin dolientes, daños colaterales en el eufemismo cínico. Y con el apoyo el gorilismo real, el único que prevalece para vergüenza de todos en América Latina, la dictadura militar cubana, que disfrutó este embaucamiento como la que más. Y con Chávez que lo aprovechó para reclamar que se armara al lumpen venezolano agrupado en sus milicias.
De ahora en lo adelante, veremos a Correa echarle tierra a su deslucida actuación y, bajo el cuento de la búsqueda de la reconciliación nacional, ocultar su responsabilidad por el show montado y la sangre derramada.
Véalo en mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/2010/10/el-golpe-mediatico-de-correa.html
Fue un error haber ido al Regimiento, muchos dicen que fue irresponsabilidad, temeridad, probablemente. Ese es mi estilo y jamás me imaginé lo que iba a pasar. Rafael Correa Presidente de Ecuador
La primera víctima del incidente vivido por el presidente de Ecuador, Rafael Correa, con un puñado de policías de baja gradación encolerizados por una iniciativa legislativa el pasado 30 de septiembre fue, como siempre suele suceder, la verdad. Ahora no fue una acción imprudente del mandatario ecuatoriano. No, fue un intento de golpe de estado. Y para aderezar el cuento, han metido a la CIA, a los Estados Unidos, a las transnacionales y toda una serie de ingredientes que buscan darle más sabor a la fábula.
El golpe fue un invento de Correa, claro. Hasta entonces, hasta que informó que era un intento de golpe de Estado de sectores vinculados, según Correa, al ex-presidente Lucio Gutiérrez, que por entonces andaba por Brasilia, observando las elecciones brasileñas, nadie ni sabía ni suponía que tal engendro se estuviera produciendo. Y Chávez, de inmediato, denunció que era un golpe financiado por Estados Unidos. El incidente no pasaba de una insubordinación policial, un amotinamiento, enfrentado de manera impropia y temeraria por el presidente ecuatoriano Rafael Correa. Pero había que dimensionar aquello y, sobre todo, aprovecharlo, armar una barahúnda y sacar beneficio político de una inconducta presidencial que arriesgó la estabilidad de su país por demasiada confianza en el poder encantatorio de su verborrea.
Y, de inmediato, la Matraca Canalla montada por la Inteligencia cubana, los epígonos de Chávez y los cándidos e ingenuos de siempre, montaron tremenda alharaca mediática denunciando un espantajo. ¿Se evaluaron los hechos previamente? ¿Para qué? Lo que importaba era el efecto mediático, disfrazar una conducta temeraria y estúpida frente a un disgusto de clases y alistados de la policía quiteña, sobre todo, y engañar olímpicamente al mundo. Y ahora que se despejan los retumbes retóricos y los enardecidos juramentos de apoyo, ¿qué queda? ¿Dónde está la verdad de los hechos?
LA CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS
Todo arranca cuando unos 800 policías mayormente rasos y sargentos, y algunos tenientes, disgustados por una ley de servicios públicos que les elimina a los miembros de esa institución beneficios se declaran en huelga, abandonan las calles y en distintas ciudades actúan típicamente como una revuelta estudiantil: vociferan, queman gomas, tiran piedras y demandan que se revoque la medida que les afecta. La protesta no era contra el presidente Correa, era contra la Ley de Servicios Públicos y contra la jerarquía policial de la que ellos se sentían particularmente abusados porque el mando no se ha preocupado por la tropa, como afirmaban.
A eso de las 10:00 de la mañana el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se aparece junto a su escolta presidencial y el ministro de Interior, Gustavo Jalkh, en el Regimiento Quito No. 1, luego de que el jefe de la policía, general Freddy Martínez, fracasara en desactivar la protesta, e intenta disuadir a los policías. Su propósito, según declaró, fue ir a explicarles a los policías los beneficios que la nueva ley traía para ellos.
Los ánimos se exacerban, se producen forcejeos, insultos. El ruido y la indisciplina hacen que el presidente ingrese a las instalaciones del Regimiento Quito y desde una ventana hable a los amotinados, que responden con gritos demandando la observación de la Ley y lanzando octavillas.
Correa, dramático, se afloja la corbata y los botones de la camisa, como Clark Kent, y grita los policías: Señores, si quieren matar al presidente, aquí está: mátenme si les da la gana, mátenme si tienen valor, en vez de estar en la muchedumbre, cobardemente escondidos, y declara frente a la prensa que va registrando los acontecimientos, que no cederá ante las protestas.
Al bajar y salir del edificio del Regimiento, los policías, irritados, empiezan a lanzar gases lacrimógenos, uno de los cuales cae próximo al presidente Correa, afectándole la respiración.
A las 12:00 mediodía, Correa y su escolta abandonan el cuartel policial de Quito en medio de la nube de gas. Correa tiene puesta una máscara antigás. Ingresa en el hospital de la policía quiteña, que queda frente al Regimiento Quito sobre una camilla, mostrando signos de asfixia por el gas.
A las 12:30 p.m. policías quiteños toman la sede del congreso ecuatoriano.
A las 12:35 p.m., desde el tercer piso del hospital policial, el presidente Rafael Correa se da cuenta de que es víctima de un intento de golpe de Estado fomentado por sectores opositores cercanos al ex-presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez, que visitaba Brasilia y no sabía, parece, que dirigía en esos mismos instantes un asonada policial contra Correa.
A las 1:45 p.m. el presidente Correa declara el Estado de Excepción y obliga a los medios a encadenarse a EcuadorTV para que el punto de vista que la población reciba sea únicamente el oficial.
A las 6:10 p.m. Correa declara que no va a dialogar con los policías amotinados.
A las 9:00 p.m. se produce un enfrentamiento a tiros entre policías que rodean el hospital policial en que Correa se encuentra y que han pasado el día enfrentándose a pedradas y bombazos con militantes de Alianza País, el partido de Correa, y tropas militares junto a un grupo de élite de la policía (los amotinados de la policía eran una minoría, la mayoría se mantuvo leal al gobierno), que acudieron a sacar de allí a Correa, a solicitud presidencial.
A las 9:30 p.m. el presidente ecuatoriano sale del hospital policial de Quito, tras ser rescatado por las tropas militares que fueron en su ayuda.
A las 9:50 p.m., desde el palacio presidencial de Carondelet, Correa se dirige a la masa de seguidores que ocupa la plaza de la Independencia, frente al palacio del Ejecutivo, promete que no habrá perdón ni olvido por los acontecimientos acaecidos y declara que el día había sido uno de los más tristes de su vida.
A las 11:25 p.m. la Cruz Roja ecuatoriana informó que el operativo dejó dos policías muertos y 37 heridos.
INVENTAR UN COMPLOT
Ahora el ministro de Interior de Ecuador, Gustavo Jalkh, va a tener que inventarse y documentar el complot. En eso, claro, tendrán la ayuda de los fabuladores chavistas y castristas, que ya han comenzado a encontrar la mano invisible tras el infausto acontecimiento.
Ahora, los policías quiteños se van a enterar de que su rabia y su encono no eran tales, fue no más una simulación para encubrir un siniestro plan financiado con sumas millonarias según el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, por la CIA, las transnacionales, el Pato Donald, Blanca Nieves y los 7 enanitos y demás agentes del Pentágono, el Departamento de Estado, la Trilateral y otras instituciones de igual jaez, con Barack Obama disfrazado convenientemente de un siniestro Darth Vader, en esta versión tercermundista de El imperio contraataca parte 2.
Para empezar, están relacionando este motín policial con el golpe militar que depuso al presidente hondureño Manuel Zelaya el 29 de junio. Y ya se habla de una planificación de dos años, lo que significa que desde hace dos años se sabía que venía una ley que iba a irritar a los policías ecuatorianos, que Rafael Correa correría al Regimiento Quito a justificar las bondades de dicha ley, que se produciría un incidente confuso, se le lanzaría una bomba lacrimógena, el presidente se resguardaría en el hospital policial, los policías se congregarían en las puertas, él explicaría que se sentía secuestrado (no que lo estaba, sino que se sentía como si fuese así), y todo el sainete estaría montado, guión incluido.
¡Y hay gente que se cree ese bodrio de mal gusto! El canciller argentino Héctor Timerman fue capaz de hablar del golpismo cívico-mediático-militar, nueva modalidad con la que hace un indudable aporte a la cultura política latinoamericana (lo de mediático era para consumo interno, expresión de las tensiones entre la presidenta Cristina Kirchner y los medios de comunicación en Argentina, ¿entendés, che boludo?)
El golpe, según Timerman, fue planificado y azuzado por sectores monopólicos y concentrados de la economía, frase vaga si la hay. Sobre todo, irresponsable por falaz.
Ecuador está siento atacado vilmente por empresas multinacionales que buscan sus recursos naturales, denuncia Timerman. ¿Cuáles empresas en específico? Ahí no entra. Lanza un bulo, una frase cohete, una acusación sin referente específico. Seguro que esos rasos, sargentos y tenientes pobretones y desesperados que aireaban su impotencia eran ejecutivos de transnacionales. Me parece que ninguno en su vida había conocido ni tratado a uno de tales ejecutivos. Tremendo embaucador este Timerman. Y de esa clase de personajillos está poblada la burrocracia en nuestros infaustos países.
Y uno de los tres chiflados, el boliviano Evo Morales, (los otros dos son Correa y Ortega, el nica), entona la palinodia chavista y canta que lo ocurrido en Ecuador no era más que el resultado de una conspiración capitalista que buscaba desestabilizar el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), repitiendo las líneas previamente aprobadas por su mentor y patrocinador, el vapuleado émulo de Castro, Hugo Chávez. Así que los rasos y sargentos de la policía ecuatoriana lanzaban piedras y quemaban gomas para desestabilizar el ALBA ¿y lo sabrían aquellos?
El pintoresco Hugo Chávez, apuntó que detrás de esos grupos (de policías ecuatorianos, A.J.) está el imperio, al igual que detrás de las fuerzas políticas de derecha del Ecuador. O sea, la versión chavista del clásico film de George Lucas, Jr.
De hecho, un tal Walter Goobar llega a denunciar que la embajadora de los Estados Unidos, Heather Hodge, es una veterana en desestabilizaciones, que fue diplomática en Nicaragua tras la caída del sandinismo. Su artículo es un manual de técnicas de desinformación y manipulación mediática: se manejan declaraciones y se pone a hablar a anónimos informantes, recurriendo al recurso obsceno de citarlos como un académico que ha asesorado a la policía ecuatoriana. Todo un dechado dirigido a provocar una percepción guiada mediante frases extrapoladas, sugerir segundas intenciones, amplificar a seudodeclarantes innominados y otros recursos semejantes.
DESPACHANDO DESDE EL HOSPITAL
Es interesante que, mientras se encontraba en el hospital, y según él los miembros de la policía intentaban matarlo, lo cual era su Plan B, el presidente Correa daba declaraciones a la prensa vía la radio pública, que era retransmitida en cadena nacional desde la televisora estatal EcuadorTV.
Igualmente fue visitado por varios ministros, a los que recibió y luego pudieron marcharse sin dificultades mayores, estuvieron asambleístas de su movimiento Alianza País y contó con la asistencia de su secretaria privada de manera permanente. Además, en tres ocasiones se reunió con delegaciones de los policías que les pedían cambios en la ley.
Los médicos que le prestaron atención durante su tiempo en el hospital, los doctores Gilberto Calle y Fernando Vargas, del Hospital Policial de Quito, por su parte, desmintieron que el presidente Correa estuviese secuestrado en dicho hospital.
Declararon que luego de que le trataron por asfixia debido a los gases lacrimógenos, en dos ocasiones intentaron sacarle del hospital pero el presidente Correa se negó a irse. El mandatario se mantuvo todo el tiempo recibiendo a los colaboradores que querían visitarle y en contacto telefónico con el exterior, sin ningún guardián en la puerta ni nada que le impidiera marcharse del lugar.
El director del Hospital de la Policía, coronel César Carrión Moreno, declaró que después que se atendió al presidente, le pedimos que evacuara lo más pronto posible. Advertimos que aquí no se podían lanzar gases, ni disparar, porque había 72 pacientes, entre los cuales había cuatro niños, pero eso no se cumplió.
Cuando un grupo de pacientes se le acerca y le pide también que evacúe el hospital, Correa responde que sólo lo hará cuando llegaran los miembros del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) y del Grupo de Operaciones Especiales (GOE). Necesita el show.
Correa, pese a todos esos testimonios, no tiene empacho en mentir: En el hospital me dieron los primeros auxilios pero me dijeron que no iba a salir si no revocaba la ley, lo que transforma en secuestradores al coronel Carrión y a los doctores Calle y Vargas.
Simultáneamente, a través de los medios de comunicación, dramatizaba la situación. Hay policías que intentan introducirse en mi habitación por los techos, si algo me pasa abrazo infinito a la Patria y a mi familia. Siempre los amaré, declama en una entrevista telefónica con Radio Pública, de Ecuador. Me informan que hay gente bloqueando el acceso (al hospital, A.J.), lo que sería un intento de secuestro del Presidente, algo sumamente grave, informa a los medios.
Desde el hospital, en donde voluntariamente se mantiene enclaustrado, agita el espantajo del golpe de Estado. Sus partidarios marchan hacia el hospital, a liberarlo, y los policías amotinados se enzarzan a pedradas y bombazos con los militantes de Alianza País, el partido de Correa. El caos es mayúsculo.
Chávez, Evo Morales, los Kirchner, Lula y otros aliados claman a los cuatro vientos solidaridad con la democracia ecuatoriana amenazada por un golpe de Estado. UNESUR, el ALBA, todos los medios controlados por el chavismo y el castrismo inundan con sus gritos de alerta. Correa, desde su tercer piso, da declaraciones, ensaya patéticos llamamientos, agita a todo el Ecuador y al mundo.
Durante el proceso, representantes de los amotinados y de la cúpula policial se reúnen con el presidente Correa en el tercer piso donde se encontraba con sus ministros y su escolta. En uno de esos encuentros, que dura dos horas, se llegan a acuerdos que el sargento Marco García comunica a sus compañeros, aunque no satisfacen a una parte de los mismos, que endurecen sus enfrentamientos con manifestantes de Alianza País.
El editor de informaciones del diario El Comercio de Quito, Rubén Darío Buitrón, señaló taxativamente que es desproporcionado decir que rasos, tenientes y sargentos de la policía, sin ningún otro apoyo, que se sienten enojados por la aprobación de la ley y protestan, están desarrollando un golpe de Estado.
Las fuerzas armadas ecuatorianas, a través del Jefe del Comando supremo, Ernesto González, aseguraron su subordinación a la autoridad del presidente Correa. Estamos en un estado de derecho. Estamos subordinados a la máxima autoridad que el señor Presidente de la República, hizo saber el máximo jerarca militar ecuatoriano.
LOS MUERTOS DE LA IRRESPONSABILIDAD PRESIDENCIAL
El propósito de Correa fue montar un show, no otro. Fue al Regimiento Quito No. 1 a provocar a los policías enardecidos.
Los policías de a pie, rasos, sargentos, tenientes incurrieron en una acción indisciplinaria: abandonaron las calles, se concentraron en sus guarniciones, protestaron, quemaron gomas, vociferaron como universitarios, exigiendo la reposición de sus beneficios que sentían dañados.
¿Qué procedía? Dar un ultimátum a los policías insubordinados, apenas unos 800 de un total de 40,000, llamarlos a deponer la actitud, encargar a una comisión negociar y a las fuerzas armadas retomar los locales.
¿Qué hizo el presidente Correa? Apersonarse con su escolta militar y el ministro de Interior, Gustavo Jalkh, al Regimiento Quito No. 1 para él dialogar con los enardecidos gendarmes. Ocupar una habitación del tercer piso del Hospital Policial y estimular una batalla campal entre militantes de Alianza País y tropas insubordinadas de la policía ¿A tiros? No, a pedradas y bombazos lacrimógenos, para, a final del día, promover un rescate con la pérdida de vidas consiguiente.
¿Qué golpe de estado es este, sin tanques, sin soldados, a puras pedradas, bombas lacrimógenas y quema de neumáticos? Sin nadie al que se proclame presidente; sin partido que públicamente apoye la insubordinación y con los militares mansamente en apoyo del Ejecutivo.
Entre los muertos que la imprudencia presidencial arrojó están el soldado Edwin Panchi Ortiz, el miembro del Grupo de Intervención y Rescate (GIR), Froilán Jiménez, el policía Edwin Calderón y el estudiante universitario de Alianza País, Juan Pablo Bolaños.
El viernes se declaró que murieron 8 personas: dos policías y seis civiles, tres de ellos en Quito y el resto en el interior del país. Y 274 heridos.
Muchas gracias a esos héroes que me acompañaron en la jornada, expresó Correa, indicando que sus escoltas, ministros y asambleístas estaban dispuestos a dar la vida por él. Sobre todo, añadimos, cuando no hubo nunca ningún peligro o amenaza real, pese a los gestos de desbordado histrionismo del ejecutivo ecuatoriano.
También declaró que era un derramamiento inútil de sangre, lo cual era verdad. Sólo que ese derramamiento lo había provocado él para sus fines de protagonismo. Todos los malos elementos que han hecho quedar al país como una República de opereta, que deshonraron el uniforme policial, tendrán la sanción correspondiente, informó desde el Palacio de Gobierno a sus seguidores, ocultando su responsabilidad en el incidente.
Uno lee la prensa ecuatoriana y no aparecen los instigadores del golpe apresados, los sectores transnacionales y económicos, los infiltrados en la protesta policial, salvo tres coroneles policiales apresados y luego convenientemente enviados a sus hogares. El juez de garantías penales de Pichincha, Dr. Santiago Coba Rodríguez, dispuso la libertad de los coroneles policiales Manuel Rivadeneira, Edwin Marcelo Echeverría y Julio César Cueva, por no hallar los méritos suficientes para sindicarlos en el delito de tentativa de asesinato del presidente Rafael Correa, declarando simplemente una medida cautelar para ellos.
Ahora se anuncia un aumento general de salarios para policías y militares con efecto retroactivo a enero del 2010, según informan el ministro de Defensa, Javier Ponce, y el de Interior, Gustavo Jalkh. Igualmente, indicaron que las compensaciones económicas por condecoraciones y ascensos se mantendrán en su modalidad actual hasta diciembre próximo y, a partir del 2011, se buscará adecuarlas a las nuevas leyes.
El show termina con esos muertos sin dolientes, daños colaterales en el eufemismo cínico. Y con el apoyo el gorilismo real, el único que prevalece para vergüenza de todos en América Latina, la dictadura militar cubana, que disfrutó este embaucamiento como la que más. Y con Chávez que lo aprovechó para reclamar que se armara al lumpen venezolano agrupado en sus milicias.
De ahora en lo adelante, veremos a Correa echarle tierra a su deslucida actuación y, bajo el cuento de la búsqueda de la reconciliación nacional, ocultar su responsabilidad por el show montado y la sangre derramada.
Véalo en mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/2010/10/el-golpe-mediatico-de-correa.html
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